miércoles, 15 de marzo de 2017

Conversando con una hoja

El frondoso árbol de flamboyán situado a un lado del camino interior del parque, bajo el cual muchos caminaban, comían y soñaban, a veces sin siquiera percatarse de su existencia, contaba historias a los curiosos oídos que estuvieran dispuestos a escuchar. Estas historias no eran mágicas, no eran sobre reyes y reinas, príncipes y princesas o fortunas secretas. Eran historias reales, tan reales como las letras de este relato que estás leyendo, tan reales como las personas y lo animales que te rodean, aquellos que ves caer y levantarse miles de veces.

 Descubrí el don de aquel árbol justo cuando lo necesitaba, casualidad o diosidencia, usted mismo lo dirá. Encontré en la negra noche iluminada de estrellas que llamaban mi nombre entre susurros de luz, hojas luminosas cayendo de su majestuoso creador. Me pregunté cuánto tiempo llevaba aquel árbol allí y cómo no me había fijado en él antes. Sentí curiosidad, mucha curiosidad. Vi las hojas y no pude contener el impulso de levantar una de ellas y observarla, como lo hace alguien loco, sin hora ni destino, sin preocupaciones del que dirán de este individuo estudiando hojas en medio de la noche.

 Para mi agradable sorpresa, la hoja me contó que en otra vida caminaba errante por el universo, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de nación en nación y de planeta en planeta. Ella disfrutó festines con mendigos y guerras con la realeza, borracheras con políticos y debates con poetas, fiestas con marcianos y cenas con astronautas.

 -¿Todo eso en una vida?- Pregunté yo sorprendida.
-¿Importaría si hubiera sido en una, dos, tres o mil vidas?-
Mi silencio delató mi confusión. ¿Realmente importaría?

En esta inusual pero fascinante conversación sentí.... no algo inexplicable como lo que aparece en novelas, no sentí ganas de gritar o de llorar, sentí simplemente paz. No sentí que el mundo se parara, sentí que se movía. No por magia, sino por algo tan divino y real como el universo. La hoja me dijo también que hace tiempo había dejado ya de tratar de entender a esas personas extrañas que corren apresuradas como si todo dependiera de ese segundo, como si de ellas dependiera todo. Hace tiempo había dejado de tratar de entender a eso que llamaban ¿Y si.....? Entonces traté  de recordar entre lagunas mis últimos días, ¿había dejado yo de hacerme esa pregunta? Luego solté la hoja y corrí a casa asustada ¿y si venía un ladrón y me asaltaba? 

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